Blesings in disguise se titulaba el primer volumen de memorias que por los años ochenta publicó Alec Guinness, yo he hecho mi particular traducción, y la prefiero a la traducción española: Autobiografía, muy originales señores de Espasa.
Traigo a colación al ilustre actor porque, hace años, lo conocí a través de sus memorias y, últimamente, navegando por las frondosas arboledas de Internet me he tropezado en varias ocasiones con este señor de voz aterciopelada, tan lejos del perfecto acento británico de un Gielgud y la imponente y llana presencia de un Scofield. Y he tropezado descubriendo y rememorando dos curiosos aspectos de su vida: era hijo ilegítimo y converso católico, desde una especie de anglicanismo pagano.
Parece ser que Guinness se sintió siempre un poco perseguido por su vida personal, una vida que en sus
Bendiciones no termina de aclarar pero que, lo aseguro, queda sutilmente reflejada: una madre cabeza loca, un padrastro cruel, una sensación continua de pérdida y, al final, una salvación emocional absoluta a través del teatro... Hace unos años un biógrafo de Gielgud, Sheridan Morley (sí, el hijo de Robert Morley) hizo que muchos admiradores dieran un respingo al revelar que, como Gielgud, Guinness había sido detenido en una ocasión por aquello del “escándalo público” al buscar algo más que amistades en un “public lavatory”... mezquino ¿no creen?, Guinness, al contrario que Gielgud, no habría caído en desgracia porque en el juicio express al que se sometía a los “criminales” de este tipo él habría dado un nombre falso: Herbert Pocket (sí, el de Great Expecations de Dickens), película que por entonces rodaba dirigido por David Lean.
El revuelo que armó la revelación de Sheridan (¿sería una extraña venganza?), hizo que algunos personajillos del mundo editorial comenzaran a escribir y escribir cosas aún más mezquinas en una orgía de comentarios que superaban con mucho el atrevimiento del hijo de Robert Morley (con lo buena persona que parecía su padre...). Llega un momento en el que cualquiera puede cuestionar cualquier cosa de cualquier persona aún sin haberla conocido y sin que sus aparentes descubrimientos puedan aportar nada significativo: que si era duro con su mujer, que si era distante con su hijo, bla, bla, bla, bla....
Guinness falleció en agosto del 2000, su esposa Merula se reuniría con él unos meses más tarde. Las palabras de su hijo Mathew, quizá en un intento por zanjar el asunto, fueron claras y yo creo que más que evidentes, vino a decir algo así como: cuando mi padre estaba ya casi en agonía nos llamó a mi madre y a mí, nos dijo que nos quería mucho y que nos pedía perdón por todo aquello que pudiera habernos afectado.
Alec Guinness escribió unas memorias sensacionales, muy divertidas, recuerdo haberlo comentado animadamente con unos amigos en un verano ya lejano. Descubrías a un señor que te enseñaba un amor por el teatro absoluto, conocías un mundo nuevo de bambalinas, versos y anécdotas delirantes. Un hombre sencillo que creía firmemente que su conversión le había dado algo de paz y bienestar y el teatro un medio para devolver, de algún modo, la paz recibida.
Terriblemente tímido, nunca ensayaba las escenas que incluyeran besos, fue uno de los actores que ha besado a más actrices en la historia del cine, y sin ser un galán!. Sus mejores amigos y confidentes fueron mujeres (una de sus más amigas fue Grace Kelly), su generosidad entre los compañeros y colegas siempre fue reconocida y su generosidad y sencillez en el trato apreciada.
Cualquiera tiene derecho a decidir en esta vida lo que quiere ser, pero también tiene derecho, en libertad, a decidir qué no quiere ser.
Si podéis, amigos de mi floresta, ved El cisne, Hotel Paradiso, El Puente sobre el río Kwai, Los Comediantes, Un genio anda suelto, El Quinteto de la Muerte o Pasaje a la India...