domingo, 9 de diciembre de 2007

Vecinos


Cuando en ocasiones bajo a las llanuras y convivo unos días entre familiares, vecinos y amistades, redescubro el placer de las historietas de lo cotidiano, del chisme de barrio, o de pueblo, de los dimes y diretes, de las rivalidades, de la vida en definitiva...

Aunque los que me conocen me toman por una persona seria y concentrada en elementos más ligados a lo intelectual, lo cierto es que no soy nada ajeno a los eventuales chismorreos, y soy consciente de que mi propia vida ha dado que hablar a más de un corrillo de vecinas y vecinos preocupados por mis relaciones sociales.

Pero guardo en secreto mi curiosidad, y a más en secreto aún mis descubrimientos. Hoy por ejemplo, sin ir más lejos, una extraña visión ha disparado mi porción de neuronas dedicada a estimular esa parte del cerebro preocupada en las elucubraciones sobre la vida de los demás.

En una angosta calle he visto a una vecina y un vecino, de sobra conocidos por mí, hacer un extraño ademán de despedida. Parecía que él, salía de la casa de ella y mientras lo hacía procuraba que los faldones de su camisa quedaran discretamente recogidos en el interior de su pantalón.

Tras esta visión por mi cabeza han desfilado una buena porción de ecuaciones vitales. Muy resumidas y telegráficas, claro esta, como lo son todas: Ella siempre ha sido una mujer que ha gustado de distinguirse por su aspecto físico y su indumentario (estoy tratando de ser educado en la expresión escrita), no es mi tipo pero reconozco que, para su edad, está muy bien. Él es un hombre de más o menos su edad, la cincuentena, que ha vivido solo desde que sus padres murieron, sin ser reconocidas relaciones o flirteos, un hombre simplón, pintor, albañil, recolector... lo que se tercie. ¿Y el marido de ella?, porque aquí hay un marido, pues es uno de esos homosexuales que se casaron para guardar las apariencias, o al menos eso es lo que se ha dicho.

Estas son las cosas que añaden algo de aventura a nuestras vidas ¿no creen?. Solo pensar en la posibilidad de estar asistiendo a una relación de este tipo, secreta, discreta, etc., me abren el apetito de alguna manera. Pese a las dificultades, pese a lo comprometido de un asunto así, confieso que en alguna ocasión se podría haber dado en mi vida algo así de estimulante, pero la duda sobre si merecía la pena freno hasta mis más recónditas reflexiones.

Pero esto es hablar por hablar. Quizá el vecino ayudó a la vecina a subir la bombona de butano o a mover alguna maceta de sitio. Lo más probable es que estuvieran hablando del tiempo y de lo que harían el fin de semana. Un saludo a media tarde y unas frases sueltas, lugares comunes en la rutina de un vecindario...

Reconozcamos que tanto para nosotros como para ellos sería más interesante que tuvieran un lío, tienen derecho a ello, esas cosas no son sólo para personajes famosos, populares y bien parecidos.

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