domingo, 13 de enero de 2008

Patria



Todo acaba en un sentido de pertenencia. Todo es, al fin y al cabo, una cuestión de emociones.

Siempre me ha llamado la atención está extraña configuración hispánica por la que palabras como nación o patria o incluso los determinados colores de una bandera, acaban alterando las composturas políticas, sociales e incluso religiosas.

Lo afronto. La historia de España es la historia, en parte, de los sentimientos de inferioridad. Es la historia del esfuerzo por definir orígenes y estirpes. Lo que en otras naciones costó unas batallas y unos cambios administrativos, en España apenas se consiguió tras siglos de imposiciones religiosas, rupturas sociales, devenires imperialistas y enfrentamientos internos que algunos aún se esfuerzan por revivir.

Y la polémica de nuestro himno, letra sí o letra no (letra no, por supuesto, qué tontería) es uno de los productos más típicamente españoles. La marcha de granaderos es el germen del himno, (muy bonita si se escucha una versión con flautines y pífanos) uno de esos productos que se usan, se usan, se siguen usando y, al final, como quien no quiere la cosa, se quedan con himno oficial. Es decir, nunca hubo una propuesta oficial de himno, entre la invasión francesa, la batalla de Trafalgar, la guerra de la independencia, las guerras carlistas, Isabel que viene, Isabel que va, que si un Anjou, que si un Borbón, que si el cura Merino o el médico Paralea, que si los liberales, que si los monárquicos, que si los constitucionalistas, que si Cuba, que si dónde vas Alfonso XII, que si República, que si la Guerra Civil... Reconozcamos que nunca hemos querido un himno, porque nunca hemos sido capaces de necesitarlo.

Ningún país parece tener problemas con sus himnos, y con las letras de sus himnos, por lo general van de lo ñoño a lo turbio, pasando por el egocentrismo y llegando a la asincronía histórica (los franceses siguen llamando a sus batallones) o la imposibilidad de cambio (el Reino Unido no podrá ser nunca una República porque el himno es bonito pero le pide a Dios que bendiga a/la monarca). Pero los españoles, los que quedan, sólo pueden participar de dos tipos de sentimiento: para unos es necesaria una letra, es precisa para mantener vivo ese espíritu de lucha en la constante búsqueda histórica por definirnos, y para otros sólo es aceptable una letra si es perfecta estéticamente.


España tuvo su momento histórico para definirse. Pero lo perdió. Las palabras más duras que a mi juicio definen lo que finalmente somos las escribió en el siglo XVI Erasmo de Rótterdam. El sabio humanista, en una carta a su amigo Tomás Moro, le contaba que el cardenal Cisneros lo había invitado a España a una especie de gira de conferencias (pensemos que Erasmo era en aquel momento algo así como invitar al Dalay Lama o a un prestigio autor o intelectual del momento). Pero Erasmo no vino nunca a la península, a Moro le escribió: Hispania non placet. Pese a que los reyes católicos lograron formar el primer prototipo europeo de estado moderno, nuestra fama de exaltados religiosos descerebrados jamás convenció al resto de Europa de que éramos, intelectualmente, algo aceptable...


Personalmente no tengo inconveniente en sentirme patriota, amo a mi país, y amo a mi patria chica, con un sentimiento sereno y algo melancólico. Procuro que los desmanes históricos de los iletrados y malas bestias que la historia produce, no me fastidien el cupo de patriotismo al que tengo derecho, como procuro no heredar un sentimiento de inferioridad por pertenecer a un algo invertebrado, como procuro, también, que nadie me estropee la digestión con llamadas exaltadas que, por hacer historia otra vez, pretenden que acepte unos versos mal escritos e insulsos que ya no tienen ningún sentido.


Lo siento Paulino, la culpa no es suya, pero la letra que ha compuesto es, sencillamente, horrible.

9 comentarios:

Ana dijo...

Lo que no entiendo es esta manía por querer definirnos en cuatro palabras.
Nuestra historia nos define como inclasificables, como si eso fuera moco de pavo!!

En fin... estoy con Ginebra, el chunda-chunda que aprendimos de niños es una letra fantástica, polivalente y neutra, a nadie le ofende... por qué cambiarla?

Somos realmente inclasificables.

Un beso.

Cósimo dijo...

Sí, parece que todo volverá al chunda-chunda o al la-la-la o al lo-lo-lo, según cadencias y tonalidades, que hay que respetar la tesitura de cada ciudadano, faltaría más...

No acabo de entender la impertinencia de ese señor de los aros olímpicos por calzarnos la letra, es más, si la de Marquina, que era hasta bonita, no cuajó, ¿qué les hace pensar que esta cosa va incluso a traspasar las almas de los representantes de estado y gobierno?.

Y yo que creía que las torpezas oficiales en este país quedaban reducidas a ciertos políticos y ciertas testas encardinadas.

Freia dijo...

Dr. Barón... me inclino ante su cuarto párrafo.
En mi enciclopedia de primaria venía el himno nacional, junto al de los requetés y los falangistas, con la letra de Pemán. Me obligaron a aprender texto y música. No he conseguido ni consigo borrarlo de mi memoria. ¡Qué espanto! y el de ahora... además de espantoso es un purito plagio de aquél.
A lo que parece don Erasmo no iba muy descaminado.

Cósimo dijo...

Ciertamente Freia, en la memoria de varias generaciones quedó la letra de los 40 años de dictadura, y la única venganza que el pueblo llano le aplicó fueron las parodias sarcásticas que, en los últimos años, se reproducían en patios de colegios y tertulias de bares de barrio...

Nuestro himno y su letra han sido siempre susceptibles de recrear versos jocosos en lugar de patrióticos, otra razón más para dejarlo como está.

Gracias por la alabanza al 4º párrafo.

Freia dijo...

Gracias al blog de Rafael García Almazán he descubierto la versión de la Marcha de Granaderos con flautines y pífanos que Vd. menciona. Por si no le funcionaba bien el enlace que le he dado, Rafa remite a esta página web Por supuesto que Vd. conoce la versión, pero a lo mejor no la había localizado nunca en Internet.

Abríguese Sr. Barón que sopla un viento intempestivo y las copas de los árboles son famosas por sus corrientes de aire.

Freia dijo...

Rectifico: La versión que le he enlazado es de pífanos y tambores. Seguramente no es la que Vd. menciona. Seguiré buscando.

Cósimo dijo...

Gracias Freia, bueno, yo olvidé mencionar los tambores, un instrumento esencial en todo ambiente marcial... la que me ha indicado es muy similar a la que yo escuché en una ocasión a la guardia real, vestidos ellos con el uniforme del XVIII, pero quizá un poquito más rápida.

No sé si lo del viento intempestivo me lo dijo con doble intención pero, efectivamente, ha sido una noche de ventisca, tanta que tuve que bajar de mi roble y ponerme a resguardo, aunque la sensación de comodidad que se experimenta en un día así ante una estufa de leña, con una manta sobre las piernas y una taza de té caliente entre las manos es inigualable... me mereció la pena bajar de mi árbol...

P.D: Me reafirmo en mi opinión sobre el himno de Riego: parece una copla de cabaret (con todo mi respeto para los republis.)

Dardo dijo...

Tienes razón en como nos caracterizas. En ese sentimiento de inferioridad. Pero que me parece que viene (me rectificas si acaso) de la crisis de 1898 para acá. Desde entonces parece claro que si los franceses son chauvinistas, los españoles somos antichauvinistas. Lo de aquí es lo peor. Lo mejor es lo de fuera. No nos gustamos. Esta autoestima baja sólo puede conducirnos a lo negativo. Pero esta autoimagen contemporánea es un marco que nos han metido desde fuera; donde se ha envidiado nuestra acción y por eso se ha ninguneado. ¡Y nos hemos creido que no somos nadie!. Indudablemente somos. ¿¡Pero si esta es la tierra de los hidalgos (de los hijos de algo) donde se dice que los condicionamientos de la Reconquista impidieron el feudalismo en favor de colonizaciones de burgos libres!?.

Un abrazo Cósimo.

P.D.: El himno de Riego me suena a mi a cuando a los mozos se van de parranda antes de la leva.

Cósimo dijo...

Estimado Dardo, yo creo que la idiosincrasia de los pueblos se forma a través de los siglos. Sería difícil buscar un momento histórico en el que pudieramos decir ahí nacimos, pero en todo caso yo siempre he situado nuestra "madurez" en siglos modernos, por eso mencioné la anécdota de Erasmo. Creo que la edad moderna, siglos XV y XVI son los momentos claves de la formación de los estados europeos.

Sería larga de explicar mi idea, así que creo que haré un post al respecto para fundamentarla lo mejor posible.

Saludos.